Ahí estábamos en pleno boliche con la luz dándonos en la cara, uno al frente del otro mirándonos mientras cantábamos con euforia la canción que sonaba.
Tenía un trago de más en mi sangre y me empezaba a quedar dormida, pensé que nadie lo notaría y que seguiría bailando hasta que se me pase. Pero vos si te diste cuenta. Me preguntaste más de una vez si estaba bien y yo te pedí si me acompañabas al baño. La realidad es que no tenía ganas de ir al baño, solo de estar un rato junto a vos.
Salí del baño, media mareada y te pedí si me podías comprar agua. Obvio, me dijiste que si. Fuimos a una barra, y mientras esperábamos me quedaba dormida, no quería que lo notes pero lo notabas igual, porque vos si prestabas atención en mi. Necesitaba el agua ya, y eso también lo sabías así que después de esperar un rato, tu desesperación llego y fuimos hasta otra barra a comprar el agua. “Vas a estar bien” me acuerdo que me dijiste más de una vez y la realidad es que ya lo sabía porque siempre que te tenga a vos voy a estar bien. Me diste el agua pero no te fuiste, te quedaste al lado mío hasta que estuviera mejor. Como si nada te interesaría más en ese momento que yo. Como si yo fuese tu mundo.
Me preguntabas si quería que nos fuéramos, te decía que no pero igual insistías, porque sabías que aunque esté para la mierda iba a querer quedarme un poco más.
De a poco, fui recuperándome. No se si fue por el agua o si fue por tus brazos que me mantenían firmes y que nunca dejaban que yo caiga.
Hasta que después de un rato, te mire y te dije con una mirada cómplice “vamos”?, y vos me seguiste, como lo hiciste siempre, nunca dejándome sola.
Me diste tu campera para que no tenga frío, te aseguraste de esperar adentro para no chupar frío afuera y me abrazaste.
Nos tomamos el Uber, me apoye contra vos rodeada entre tus brazos. Comencé a quedarme dormida, y noté como ponías tus manos en mis cachetes para que mi cabeza no caiga ante una dormida. Por dentro me decía a mi misma “que suerte tengo”.
Bajamos del Uber, agarraste mis llaves y abriste la puerta. Recuerdo que en el ascensor me dijiste “te pongo el pijama y te vas a dormir”.
Me acosté en la cama y logré dormirme rápidamente, hasta que te sentí. Sentí como me sacabas el pantalón, las medias, la campera, todo para ponerme el pijama porque sabias que yo sola no podía hacerlo.
No te ibas a acostar a dormir conmigo en mi cama porque querías que esté cómoda y que descanse bien. Pero lo que no sabes, es que las veces que mejor duermo es cuando te tengo a mi lado. Así que te insistí que duermas conmigo hasta que finalmente lo logre.
A la mañana, me desperté recordando que había que limpiar toda la casa y ordenar el quilombo de la noche anterior. Te lo comenté, y me dijiste vos descansa yo limpio. Me tapaste, me diste un beso en la cabeza y fuiste.
Dormí un ratito pero enseguida me desperté, no quería dejarte solo, no quería que hagas eso solo. Así que más allá de los dolores y lo cansada que estaba me levante a ayudarte. Porque de algún modo quería devolverte por lo menos 1/4 de lo que vos hiciste por mí durante toda esa noche.
Y aquí estoy, entendiendo como me cuidas y sintiéndome tan agradecida con eso. Solo me queda agradecer que gracias a dios a mi me tocaste vos, tengo mucha suerte.
Y aquí estoy, entendiendo como me cuidas y sintiéndome tan agradecida con eso. Solo me queda agradecer que gracias a dios a mi me tocaste vos, tengo mucha suerte.
Me di cuenta de cuanto me cuidas, y al darme cuenta de eso también me doy cuenta de cuanto me amas.